La cruz celta de Severo Ochoa

He pasado unos días en Asturias trabajando, y como siempre, decidí innovar en mi tiempo libre e investigar un sitio nuevo para mí.

Decidí ir a Luarca en el occidente asturiano, cerca de Galicia. Allí me maravillé con esta exquisita ciudad. Me encantó su puerto, callejuelas y casas pegadas en el balcón del puerto.

No pude ver el museo de la mar, donde se exponen calamares gigantes, pues la tormenta de días atrás, con olas de hasta 15 metros de altura había hecho mella en dicho museo y estaba cerrado por reparación.

Pero pude ver el casco antiguo, el puerto y las casas de personas que un día emigraron a América y luego volvieron, haciéndose aquí auténticos palacetes.

Me sobrecogió de forma extraordinaria su cementerio, colgado junto al mar. Es sin duda el más bonito de todos cuantos he visitado. Allí pude ver el panteón de Severo Ochoa, para mí el científico español más relumbrante de toda nuestra historia.

Nació allí, en Luarca en 1905 y fue Bioquímico. Le dieron el Premio Nobel de Fisiología y Medicina de 1959, compartiendo el premio con el bioquímico Arthur Kornberg, por sus descubrimientos sobre el mecanismo de la síntesis biológica del ácido ribonucleico (ARN) y del ácido desoxirribonucleico (ADN). Su interés por la biología fue estimulado en gran parte por las publicaciones del gran neurólogo español Santiago Ramón y Cajal; Ochoa se trasladó a Madrid y cursó estudios de medicina que, en aquella época, eran los que mejor salida daban a sus perspectivas futuras.

Eran éstos unos años en los que la bioquímica experimentaba una revolución a nivel molecular; así en 1953, J. Watson y F. Crick habían propuesto un modelo en forma de doble hélice que explicaba la estructura molecular del ADN (ácido desoxirribonucleico) y en 1955 Severo Ochoa descubrió y aisló una enzima de una célula bacteriana de Escherichia coli, que él denominó polinucleótido-fosforilasa y que luego fue conocida como ARN-polimerasa, cuya función catalítica es la síntesis de ARN (ácido ribonucleico), la molécula necesaria para la síntesis de proteínas.

En mayo de 1986 murió su mujer, y ello supuso para Severo un golpe muy duro que le sumergió en una profunda depresión. A partir de entonces, Ochoa decidió no volver a publicar ningún trabajo científico más, con lo que puso totalmente fin a su brillante carrera. A partir de entonces se dedicó principalmente a dar conferencias, a atender a los medios de comunicación y a tratar con los estudiantes del Centro de Biología Molecular de Madrid. En junio de 1993, Severo Ochoa presentó en Madrid su biografía titulada La emoción de descubrir, escrita por el periodista Mariano Gómez-Santos, y en noviembre de ese mismo año murió en Madrid, a la edad de 88 años, a consecuencia de una neumonía.

Aquí os enseño su morada de reposo, en el cementerio de Luarca, donde está junto a Carmen, su mujer.

Jabo
Fotos: noviembre 2010. Luarca (Asturias). Puerto; Casa de Severo Ochoa; Cementerio y panteón del mismo, con su cruz celta.