


Hoy tenemos la suerte de contar con un testimonio muy especial, el de Isa, que cuenta la aventura de su vida con Eli.
Cuando Eli vino al mundo yo tenía 26 años y todas mis ilusiones puestas en que mi segundo bebé seria una niña. El día del parto fue como cualquier día de cualquier parto de otra mujer. Eli llegó al mundo un 27 de febrero a las 14:35, con poco peso, sin llegar a ser prematura. Era una niña, ni que decir la alegría, algo se movió dentro de mi haciéndome olvidar todos los dolores que había tenido que pasar, entre una mezcla de emoción, alegría, y sentir que yo había conseguido la parejita deseada, el médico, la comadrona y las dos auxiliares andaban con la niña, haciendo gestos raros que no pasaron desapercibidos para mi, pregunté y.........
Esa es mi parte triste de la historia, pero no quiero ahondar más en ella, porque recordar esos momentos, sí que me hacen daño, pero....¡que equivocada estaba al pensar eso!. Os diré que mi hija tiene 24 años y es una chica con S. de Down.
Resumir mi vida con ella en unas líneas es difícil para mí. Cuando nació enseguida busque donde podían ayudarme a saber y a entender que era lo que mi hija tenia. A los dos meses lo encontré y desde entonces mi trabajo como madre, logopeda, fisioterapeuta, psicóloga, maestra y algún etc. más no ha parado.
Ella llena todo mi espacio de cosas buenas y positivas.
Le he enseñado muchas cosas sí, pero he de decir que ella ahora es mas profesora mía que yo. Eli me enseña cada día que el mundo y sus gentes merecen la pena. Incluso aquellos que sin conocerla sienten rechazo. Ella ve, siente y da su amor a quien lo merece.
Lo mejor de todo sus besos y su abrazos… Jamás nadie me los ha dado así de sinceros (a excepción de mis padres claro). Cuando ella se levanta y viene a mi cama a llamarme, mi despertar son unos besos dulces acompañados de caricias en mi cara "Hola mami buenos días!". Claro que no todo son flores eh?? Que la niña tiene su genio también.
Cuando nació me dieron a elegir entre tener una criatura que no se entere de nada y viva en su mundo, o tener “una personita” que conforme vaya creciendo se irá dando cuenta de su discapacidad. Elegí la segunda, y quise que mi hija tuviera todas las cosas que la vida ofrece, con sonrisas y porqué no con lágrimas.
Hoy Eli es feliz, lleva una vida normalizada pero en casa, alguien me dijo que meterla en un centro específico no era conveniente, y hoy así lo creo también.
Resumiré esto con un breve ejemplo que oí en una película sobre el tema. "Cuando me metí en el avión rumbo a Italia, y me bajaron en Holanda parte de mi viaje lo pase obsesionada con que yo no quería estar en Holanda, eso me hizo imposible disfrutar del paisaje tan hermoso de ese país, gracias a Dios abrí mis ojos un día y descubrí que allí habían campos de tulipanes preciosos que apenas había visto en tantos años, hoy paseo entre ellos con inmensa alegría y no añoro para nada Italia, porque Italia también está en mi ruta".
(Isa para Eli) “Cada minuto de mi vida hago viajes por el mundo entero con ella”.